Vuelve Javier Sierra con ‘La pirámide inmortal’

Napoleón Bonaparte llegó a ser el hombre más poderoso de su tiempo y estuvo a un paso de dominar toda Europa. Poco antes lideró una casi desconocida campaña militar y científica en Egipto que cambió su mente por completo. ¿Por qué pasó una noche, completamente solo, en el interior de la Gran Pirámide? ¿Qué le ocurrió allí? ¿Cómo alteró ese episodio su destino?. Después del éxito de ‘El maestreo del Prado’ Javier Sierra presenta nuevo trabajo con Planeta, ‘La pirámide inmortal’, en el que dará respuesta a muchos interrogantes.

‘La pirámide inmortal’ narra tres días en la vida del joven Napoleón. Estamos en 1799. Hace un año que las tropas francesas han desembarcado en Egipto. Entre ellas, un centenar de científicos de las más diversas disciplinas. Napoleón tiene tres objetivos en esa campaña al otro extremo del Mediterráneo: expulsar a los turcos para adquirir una posición estratégica en la región, cortar la importante ruta comercial británica con Asia y —no menos importante para él— descubrir todo lo posible sobre la portentosa civilización de los faraones. Lo que el general no se imagina es lo que realmente encontrará en Egipto.

LA GRAN PIRÁMIDE: ¿UNA MÁQUINA DE INMORTALIDAD?
Tras su desembarco en las playas de Abukir, el ejército francés sufre toda suerte de contratiempos. El almirante Nelson hunde su escuadra en un ataque sorpresa, aislando a Napoleón durante un año en Egipto y forzándolo a desplegar toda su audacia militar. En ese marco, pasará una noche en Nazaret, la aldea donde vivió Jesús, y más tarde otra —esta vez completamente solo— en la Cámara del Rey de la Gran Pirámide de Giza, que cambiarán su vida para siempre.

Napoleón jamás explicó por qué decidió pernoctar en esos dos enclaves tan singulares. “Aunque os lo contara, no me ibais a creer”, fue cuanto dijo. Pero en la solitaria noche que permaneció en el interior de la Gran Pirámide, tuvo que decidir entre dos caminos cruciales en su destino. Según desvela Javier Sierra en La pirámide inmortal, fue la misma decisión a la que ya se habían enfrentado antes los antiguos faraones y algunos personajes históricos clave que pasaron por el país del Nilo, como Alejandro Magno, Julio César o Jesús de Nazaret.

UNA PRUEBA MILENARIA
Ritos milenarios, antiguas sociedades secretas, saberes ocultos e iniciáticos, nunca fueron ajenos al joven general francés. Ya antes de embarcarse hacia Egipto se acercó a los misterios que algunas logias masónicas o iniciáticas guardaban como el mayor de sus tesoros. Lo que nunca se imaginó es que los largos dedos de quienes custodiaban esos misterios le acariciarían al otro lado del mundo, como entidades invisibles dispuestas a elevarle o ahogarle. Porque Napoleón —lo dice su carta astral, que reproduce esta novela— fue un elegido, y como tal, poderosas fuerzas pugnaron por protegerle o destruirle.

Sólo tres días antes de su trigésimo cumpleaños, en la madrugada del 12 de agosto de 1799, Napoleón Bonaparte decidió encerrarse en la Gran Pirámide para vencer una prueba singular. Sus biógrafos nos dicen que durante varias horas permaneció aislado en el corazón del monumento más misterioso de Egipto, y es allí donde Javier Sierra imagina que se sometió a la prueba faraónica del “vaciado” o “pesaje” del alma; un ritual secular en el que el neófito debía elegir entre morir a la carne o vivir para siempre.

Ese enfrentamiento de Napoleón con su destino sirve al autor para explorar las reveladoras similitudes que existen entre la teología egipcia y la cristiana. Ambos credos propugnan la resurrección de la carne; ambos defienden que sus dioses principales —Osiris y Jesús— nacieron un 25 de diciembre bajo la señal de una nueva estrella en los cielos. Ambos dioses, en definitiva, fueron devueltos a la vida ante la atenta mirada de mujeres poderosas. Pero ambos, pagaron también un alto precio por su inmortalidad.

¿Cuál habrá de saldar Napoleón?… Una sentencia saldrá en su ayuda: “sólo el amor te salvará…”.

LA PIRÁMIDE INMORTAL: EL SECRETO EGIPCIO DE NAPOLÉON
12 de agosto de 1799. Es de noche. Napoleón —solo, sin sus hombres— se encuentra en el interior de la Gran Pirámide; en la Cámara del Rey, dentro del sarcófago. Una sensación desconocida le atenaza. Las escenas de su campaña en Egipto pasan ante los ojos de su mente. ¿Qué hace allí?…

Desde su llegada a Egipto, dos fuerzas contrapuestas libran su batalla por dirigir el destino del general francés, al que consideran un elegido como antes que él lo fueron Amenmhotep III, Alejandro Magno o Jesús. Durante su visita a Nazaret, guiado por su intérprete copto, Elías Buqtur, un misterioso grupo denominado los “Sabios Azules” le ofrecerá revelarle el secreto de la inmortalidad. Pero sus oponentes no cejarán en su empeño de impedirlo, a costa de las vidas que sean necesarias.

En medio de esa pugna, una hermosísima mujer, Nadia ben Rashid, descubrirá cuál es su destino y hasta qué punto está ligado al del invasor Napoleón a través del amor. Sólo si logra dar con él, el “elegido”, el joven general francés que habrá de cambiar la faz del mundo, logrará la inmortalidad. Un objetivo que sólo comprenderá en su auténtica medida —y sobre el que tendrá que tomar una crucial decisión— cuando se halle, completamente solo, en las entrañas de la colosal Pirámide de Keops.

NAPOLEÓN BONAPARTE: “EL HOMBRE DEL DESTINO”
El hombre que soñó con unificar Europa, Oriente Próximo y el Magreb nació en la isla de Córcega, entonces bajo dominio francés. Siempre tuvo una voluntad de hierro y se mostró resuelto, con una fe ciega en su propio genio que lo encumbró hasta los máximos honores de su tiempo.

Rozó el mundo con sus dedos, fue amado y odiado a la vez, se coronó a sí mismo Emperador, acabó desterrado y, finalmente, murió quizá envenenado. Como en el caso de Julio César, su ambición fue desmedida, y eso le hizo odioso para los moderados. Pero la Historia no olvida que sus soldados siempre llevaban en las mochilas una copia de la Declaración de los Derechos del Hombre.

En sus primeros tiempos como general —el más joven de Europa—, había demostrado su genio militar en Italia, donde derrotó a los ejércitos austriacos. Por ese motivo la Francia revolucionaria le confió el mando de las tropas que debían librar, según su propia recomendación, la campaña de Egipto. No logró todos sus objetivos. Es más, perdió una flota de trescientas embarcaciones y dejó en la estacada a treinta mil hombres en tierras egipcias. Sin embargo, a su regreso a Francia supo presentarse como un héroe todopoderoso y tomar el control del Estado.

¿Hasta qué punto su noche en la Gran Pirámide, vivida en vísperas de su retorno a París, influyó en su destino?

Una cosa es cierta: Napoleón regresó a Europa siendo un hombre muy distinto al que partió. Algo muy poderoso había mutado su alma en el país de los faraones prendiendo, de paso, la chispa de la pasión de Occidente por el antiguo Egipto.

LA GRAN PIRÁMIDE DE GIZA
Única de las Siete Maravillas del mundo antiguo que se mantiene en pie, la Gran Pirámide de Keops, en la meseta de Giza (El Cairo), sigue siendo uno de los mayores misterios de la Humanidad. Y más aún si tenemos en cuenta que nunca se encontraron momias, textos o tesoros en su interior. Javier Sierra intuye que tenía otra función. Quizá la búsqueda del secreto de la inmortalidad…

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