‘Port Mortuary’, una crítica de Carmen Santiago

Por Carmen Santiago
@LeeMisterio

«La trama es confusa y poco creíble y los personajes ya no tienen mucho que ofrecer»

Vuelve Kay Scarpetta. Y ya van dieciocho entregas de la serie creada por Patricia Cornwell. En este caso Kay, que ahora trabaja como forense de las Fuerzas Armadas en Dover, vuelve a Massachusetts requerida por su antiguo centro de trabajo para resolver un extraño caso. Un joven muere repentinamente en un parque, sin ninguna herida visible, y lo que parece una muerte natural se empieza a complicar cuando visionan lo grabado por una cámara oculta en las pertenencias del hombre. ¿Qué relación tiene eso con el asesinato de un niño ocurrido cerca de allí? ¿Y cuál es la relación de ambas muertes con el Departamento de Defensa de EE.UU. y sus proyectos de investigación?

Lo que en principio parece una trama interesante hace aguas por todos lados. La acción de la primera mitad de la novela, es decir, más de doscientas páginas, se sitúa durante la misma noche, lo que da la sensación de que el tiempo no avanza. Haciendo la trama más pesada, la autora la llena de explicaciones sobre departamentos gubernamentales, términos técnicos y detalles tecnológicos que únicamente contribuyen a hacer la historia más lenta y a confundir al lector. Además, aparecen multitud de nombres propios que la autora da por conocidos por haber aparecido en novelas anteriores. Durante la segunda mitad la trama vuelve a despertar interés, pero la forma de narrarla la desluce, hasta llegar a un final absurdo.

Scarpetta ya no es lo que era. Sus novelas ya no son aquellas historias en las que Kay despertaba interés encargándose del trabajo científico en la morgue, investigando con Marino, ayudados por Lucy… En definitiva, las buenas novelas son las del inicio de la serie. Las últimas entregas eran ya un poco decadentes, pero ésta lo es aún más.