Alexis Ravelo: «La novela negra española ha sabido salir de ciudades como Barcelona o Madrid a la periferia»

El palmense Alexis Ravelo ha escrito ‘La estrategia del pequinés’, una novela publicada hace algunas semanas por Alrevés Editorial. Hemos charlado con él para conocer más sobre la ambientación y los personajes de su nueva obra, que tiene Gran Canaria como telón de fondo, y a malos y malotes como protagonistas.

¿Quién es El Rubio y cómo se ve involucrado en la trama de ‘La estrategia del pequinés’?
El Rubio es un antiguo sicario que ha vivido en muchos lugares, pero, en algún momento, se enamoró de una mujer llamada Estela, se casó y se quedó a vivir en Gran Canaria. Acabó como jefe de seguridad en un gran hotel del sur de la isla. Pero ahora, muchos años más tarde, Estela padece una grave enfermedad y no tienen dinero para buscar un tratamiento que pueda salvarla. Junior, un distribuidor local de cocaína, le propone que atraque a Larry, un abogado que es el recaudador en la isla de la red para la que él trabaja.

¿Qué otros personajes acompañan al protagonista?
El Rubio no es el protagonista de ‘La estrategia del pequinés’. Es sólo uno de ellos, porque se trata de una novela coral. Los otros son Junior, Cora y Tito Marichal, alias El Palmera. Junior es un distribuidor local de cocaína que ha perdido un alijo y a quien se le ocurre que la mejor manera de conseguir el dinero para tapar ese agujero es atracar a sus propios jefes. Cora es una escort venida a menos que necesita dinero para volver a empezar. Marichal es un parado de larga duración, recién divorciado, que tiene el sueño de abrir una cafetería. A ambos les vendrá muy bien la propuesta del Rubio de colaborar en el atraco, aunque es un asunto que les viene grande.

¿Es difícil hacer que el lector se sienta atraído por el protagonistas cuando no está “del lado de los buenos”?
El lado oscuro tiene siempre un inevitable poder de seducción para el lector. Pero yo no intento que sea ese lado el que seduzca. Se trata, supongo, de entender que el malote también es un ser humano, con muchas sombras, pero también luces, aunque sean pocas. En esa parte de la luz (todos amamos algo o alguien, todos tenemos algún buen sentimiento, algún buen hábito), cualquier lector puede sentir empatía con el personaje, por muy canalla que sea. Si lees a Shakespeare, no es difícil sentir empatía por Yago, Ricardo III, Macbeth, Casio o Claudio (el tío-padrastro de Hamlet) cuando exponen sus justificaciones en esos bellos monólogos. Esa es, a mi juicio, su gran invención: sus malos no son monigotes de cartón piedra con una sola dimensión, sino que intenta comprenderles, convertirles en seres humanos que se sienten justificados en sus malas acciones.

¿Que la novela suceda en Canarias te ha servido para darle un punto exótico o podría haberse ambientado en cualquier otro lugar?
Es la sexta novela (de ocho) que ambiento en Canarias. Es, digamos, el paisaje más frecuente en mis ficciones. No lo hago para darle un punto exótico, aunque entiendo que pueda tenerlo para ciertos lectores, sino porque creo que conozco bien ese lugar y a las gentes que lo habitan. Pienso que uno debe conocer bien aquello de lo que habla y la novela negra española ha sabido salir de la centralidad de ciudades como Barcelona y Madrid a la periferia. Domingo Villar, Eugenio Fuentes, Javier Abasolo, por ejemplo, cuentan historias que transcurren en Galicia, Extremadura o Euskadi. En Canarias somos unos cuantos los autores que ambientamos ficciones en el Archipiélago (Antonio Lozano, Carlos Álvarez, Pepe Correa, Javier Hernández Velázquez, sin contar con otros más jóvenes), porque es el sitio donde habitamos y porque aquí también ocurren cosas. Por desgracia, la violencia y la corrupción, que son mi tema, son los mismos en todas partes.

¿Hay espacio para el humor en una novela con mucha corrupción, drogas y matones?
Siempre. Sobre todo, porque hay violencia, y la violencia siempre es absurda. Y lo absurdo provoca risa. Una risa amarga, si se quiere llamarla así, pero risa al fin.

¿Por qué se dice en la contraportada que en esta novela negra no importa saber quién es el asesino?
Porque no es una novela en la que se reconstruya un crimen para saber quién los cometió. No es una novela enigma, sino una novela criminal, una historia de gánsteres. A estas alturas del partido, me parecen mucho más interesantes los criminales (y casi cualquiera puede llegar a convertirse en un criminal si el hambre aprieta lo suficiente) que los honrados defensores de la ley.

‘La estrategia del pequinés’ se ha publicado con títulos de otros autores de novela negra como Luis Guitérrez Maluenda o Jorge Volpi ¿Qué tal la experiencia de publicar con Alrevés?
Estupenda. Alrevés se está situando como una editorial de referencia para los lectores de novela negra. Para mí es una buena oportunidad de acceder al mercado nacional. Además de eso, más que una editorial me he encontrado una familia. Tanto el equipo editorial como los compañeros de catálogo (Víctor del Árbol, Susana Hernández, Luis Gutiérrez Maluenda, Sebastiá Bennasar, Gonzalo Garrido) me han acogido con mucho cariño. Ese compañerismo, esa familiaridad y calidez, son muy difíciles de encontrar. Se habla mucho de las guerras entre escritores y de relaciones complicadas con los editores. No digo que no existan, pero yo siempre he tenido mucha suerte en ese sentido. Ni en Canarias (donde he desarrollado mi trabajo hasta hoy) ni ahora en la Península he tenido problemas. Mis colegas de oficio y mis editores han sido siempre personas con la que he establecido lazos afectivos muy importantes para mí.


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